Caminaba a paso normal por la calle, tal vez rápida de más sin querer. Quizás a causa de la lluvia. Sí, llovía a cántaros... Pero ya tenía el cuerpo tan empapado, que no le importaba mojarse un poco más. La calada ropa parecía ya su segunda piel. Pese a los estremecimientos que la fría agua le había producido en un principio, ahora su piel estaba tan congelada que ya las telas las sentía incluso cálidas. Sus calcetines parecían nadar en un río y estar deseando ser escurridos, amén de los arroyos reales que se veía obligada a pisar si quería avanzar hasta un lugar medianamente seco, cómodo y cálido. Tampoco podía correr, pues se resbalaría de humillante forma, provocando las tremendas carcajadas y burlas de farolas, charcos y ventanas cerradas. La anaranjada luz amarilla hacía unos esfuerzos increíbles por salir de entre las nubes, por mostrar su cara y calentar el alma de las chorreosas calles. El Sol quería presentarse en el triste cielo, para que dejase de llorar; quería alegrar los días con un enorme arcoiris formado de infinitos colores e infinitas sonrisas.
Ciertamente, por mucho que llueva, siempre sale el Sol.
miércoles, 23 de febrero de 2011
Subir y más subir
Se iba a enfrentar a algo, pero no sabía exactamente a qué. Subía lentamente las escaleras del entarimado suelo. Sus pasos retumbaban en las blancas paredes, que tantas dudosas y nerviosas pisadas como aquellas habían contemplado y escuchado ya. Giró y siguió subiendo. Podría haber subido en ascensor, pasar más rápidamente el mal trago, pero pensar en andar un poco más, hacer el esfuerzo de elevar su cuerpo escalón tras escalón, le hacía creer que liberaría tensiones. Pero no, para nada, todo lo contrario. Sentía una presión en su pecho, y la boca de su estomago rugía en un cosquilleo nervioso y realmente incómodo. Ya quedaba menos. Paró a mitad de escalera. Revisó, aseguró que sus tacones estaban limpios y relucían elegancia y decisión, y se acomodó el traje. Estaba a punto de entrar en una nueva vida... tras esa puerta.
lunes, 21 de febrero de 2011
Mmm...
El cesped había empezado clavándose en su espalda, sus piernas, y su todo. Pero ahora no. Ahora, el verde suelo se había moldeado a la perfección bajo su cuerpo, y parecía hecho a su medida, pensando para ella. Sobre sus cuerpos, la noche tranquila: sin sonido alguno; sin luz alguna. Apenas había estrellas, sólo unas cuantas rebeldes y preciosas que escapaban felizmente de las nubes y la contaminación, y se dejaban deleitar en su brillo nocturno. Pero la ausencia de astros no hacía que aquello fuera, siquiera, menos hermoso.
-¿Qué hacemos? -preguntó.
-¿Tenemos que hacer algo?
-Mmm... -Aquellas cosas hacían callar su mente, por inquieta que esta fuera.
-A mí me basta con tenerte aquí, en este valle, con la suave brisa que te acaricia el pelo a ratos y con tus sonrisas al mirarme. Tengo suficiente simplemente si me coges la mano y la aprietas, si me dices que quieres que este momento sea eterno, si quieres estar conmigo pase lo que pase, siempre. No necesito hacer nada más que mirarte, sentirte aquí, a mi lado, conmigo, en este momento... y que no importe nada más.
-De acuerdo...
-¿Qué hacemos? -preguntó.
-¿Tenemos que hacer algo?
-Mmm... -Aquellas cosas hacían callar su mente, por inquieta que esta fuera.
-A mí me basta con tenerte aquí, en este valle, con la suave brisa que te acaricia el pelo a ratos y con tus sonrisas al mirarme. Tengo suficiente simplemente si me coges la mano y la aprietas, si me dices que quieres que este momento sea eterno, si quieres estar conmigo pase lo que pase, siempre. No necesito hacer nada más que mirarte, sentirte aquí, a mi lado, conmigo, en este momento... y que no importe nada más.
-De acuerdo...
lunes, 14 de febrero de 2011
Puentes
Necesitaba pensar, evadirme, alejarme del ruido de la rutina diaria para así poder pensar... Así que busqué más ruido. Y logré apagar hasta la chillona voz de mi jodida conciencia. Caminé, no mucho, lo justo, hasta un puente. El puente. El de siempre, el que hasta entonces me había escuchado cada uno de mis pensamientos, cada una de mis sensaciones… Sobre sus cimientos cargaba con todos mis pasos, seguidos de malditas y reprimidas patadas a la nada, o a los barrotes de aquella verde y oxidada baranda, acompañandose de llantos contenidos y, al fin, liberados en la tranquilidad e intimidad que me daba el estropeado suelo de aquella pasarela y los acelerados coches que bajo ella pasaban. El ruido de esos coches agolpándose contra mis oídos me hacía sentir libre, lograba arrojar los males que contenía mi interior, el sufrimiento que almacenaba mi cuerpo se iba… arrastrado por los neumáticos de los vehículos que aprisa corrían y no apreciaban mi triste presencia sobre sus cabezas durante milésimas de segundo. Y aquello me hizo pensar… Es curiosa la manera en que un simple puente puede unir cosas tan simples como dos vidas. Y eso nos hace influir en todo, ¿o no?
sábado, 5 de febrero de 2011
Despertar
-Lo abrazaba... como si no hubiese un mañana. Y él me correspondía con la misma delicadeza con la que las gotas de lluvia acarician al caer la mejilla de algún viandante, con temor a herirle. No hacía falta decir palabras, el silencio que proporcionaban nuestras respiraciones bastaba para expresar cada recóndito pensamiento que pudiera camuflarse en nuestra demente cabeza. Sus labios acariciaban mi cuello, proporcionándome esa ternura propia de una sola persona. Sus manos agarraron las mías, sin soltarlas. Lenta y delicadamente acercó su cuerpo al mío de tal forma que casi logré sentir cada apresurado latido que su apurado corazón daba en busca de una gota de sangre que lograra aclarar las ideas de su mente... y de la mía. Entonces se alejó de mi cuello y su mirada se clavó en la mía de una manera en la que parecía atravesarme y mirar en mi interior. Mirada indescriptible. Sería incapaz de explicar qué intentaba decirme a través de esos oscuros ojos que tantas veces habían podido conmigo. Sería incapaz de expresarlo, solo podía sentirlo... Nuestras caras: a dos centímetros de distancia; sintiendo hasta la respiración que ejercía cada poro de su piel... Despacio, sin prisas, sin apuros, sin miedos... agachó ligeramente su cara hacia la mía, y sus labios rozaron los míos suavemente... tal vez en busca de ser correspondidos, o quizás intentando solamente provocar... Aun así, fuera como fuese, me besó. Como nunca hasta ese momento, y por un momento sentí lástima por toda aquella gente que nunca podrá vivir lo que yo sentí...
-¿Y entonces?
-Desperté...
-¿Y entonces?
-Desperté...
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