sábado, 28 de mayo de 2011
Peones de un tablero sin vida
Todos como peones guiados por un mismo superior que no sabe ni respirar si no se lo ordenan como es debido. Enfrentados al peor destino jamás imaginado, y todo por orgullo... Ese triste orgullo que tantas cosas ha presenciado. Todo personaje de esa pesadilla marcha marcando un penoso y aterrador paso que les conduce, ni más ni menos, que a ese ardiente fuego que quemará su historia y su dignidad. Hace tiempo que olvidaron el motivo por el que estaban ahí... Hace ya mucho que no podrían reconocer su propio rostro si se mirasen a un espejo. La humanidad y la compasión que albergaban en su interior se marcharon haciendo compañía a todos los sueños que sus "veraces" decisiones aniquilaron y machacaron. Ya de nada sirve todo lo que hacen... porque realmente no saben ni qué hacer, ni qué pensar, ni qué sentir. Sus aspiraciones se largaron en el momento en que vistieron ese sucio y asqueroso uniforme incapaz de demostrar más que la mismísima cobardía disfrazada, con bonitas palabras, de valentía. Todo se ha perdido. Sin saberlo, o tal vez sabiéndolo, luchan por una causa perdida. Por una guerra que nunca debió empezar. Un sin sentido. Una pérdida de tiempo.
lunes, 23 de mayo de 2011
Chorradas... y Ella.
Quisieras gritar. Gritar en cada esquina lo que piensas, lo que sientes; lo que te está comiendo por dentro desde hace ya tanto tiempo que ya ni siquiera recuerdas un sentimiento contrario. Hoy has llegado al límite... Sí, el tope; el techo; has tocado fondo, y por mucho que quieras disimular y que quieras aparentar lo que llevas aparentando todo este tiempo... no puedes: es inevitable, ciertas lágrimas confusas y rebeldes quieren salir de tus ojos. Te jode estar así... y tanto que te jode, ¿por qué todo tiene que ser así? "Así"... usas siempre esa palabra, ¿acaso existe una expresión mejor? No lo creo. Tu cabeza maquina a diario tantas y tantas soluciones que ya no sabes qué hacer y qué callar, optas por "ignorar" y por hacer como que todo va bien. El mundo se te viene encima. No puedes hablarlo con nadie... este porque siempre te escucha y ya debe estar harto; aquel porque, simplemente, no quieres que conozca la parte oscura de tu sonrisa; el otro porque... porque no, porque sencillamente es el causante de tu dolor, y hacerle consciente de eso sería asesinarlo dejando que su corazón siga latiendo. Pero quieres decirlo: lo necesitas. Y mientras piensas cada cosa, cada palabra que desearías decir, mientras todas las vivencias que te han llevado a este momento vuelven a pasar por tu atolondrada mente, mientras que ocurre todo eso... solo sabes llorar. ¿Y qué más? ¿Qué más te pueden pedir? Llevas demasiado tiempo diciendo que estás bien, que todo te va bien, que ella está bien y que todo, en general, funciona como tiene que funcionar... pero, ¿alguien se ha parado a pensar si estarás diciendo la verdad? Ya ni tienes valor de contar qué te ocurre... no quieres, quizás no tienes fuerza porque si lo hicieras... solo sabrías reaccionar con una cosa: llorar. Y lo odias. Odias con toda tu alma llorar, desparramar esas húmedas y humillantes gotas saladas que mojan tu mejilla, marcándola con tu dolor, por pequeño que sea. Pruebas con una ducha... ¿te relaja? No, o quizá sí... no sé, tal vez. Pero el agua que resbala de la mano del jabón por tus poros no hace sino recordarte que sólo estás intentando (penosamente, por cierto) que la bañera cuele y cure tus miedos y anhelos... y te haga sentir mejor contigo misma, con todos. Hasta has dejado de comer... ya sólo sabes pensar. Sólo saber imaginar cómo sería todo de no ser como ahora es. Quieres cambiarlo, joder. Lo necesitas... pero no puedes, y eso es lo que te quema cada arteria que saca la sangre de tu corazón.
Sin novedad en el frente
[...] Y por la noche, al despertar de un sueño hallándonos a merced del agradable torrente de visiones que nos inunda, sentimos con terror la fragilidad del soporte y la debilidad del muro que nos separa de las tinieblas. Somos llamitas mal protegidas por delgadas paredes contra la tempestad del aniquilamiento y de la locura en la que oscilamos y algunas veces casi nos extinguimos. Luego, el sordo rumor de la lucha es como un anillo que nos rodea; nos acurrucamos dentro de nosotros mismos, y con los ojos muy abiertos, contemplamos la noche. Como único consuelo, la respiración de nuestros camaradas dormidos. Así esperamos el amanecer.
Erich María Remarque.
Erich María Remarque.
jueves, 19 de mayo de 2011
Utopías
Hoy he soñado algo. Y cuando he despertado, esa extraña sensación seguía en mí. He pasado el día entero pensando en eso, a cada momento. Las imágenes poco nítidas pero tan reales de aquello se presentaban en mi mente sin ser llamadas... Chillaban en mi pensamiento y me hacían desear volver al mundo soñado... me hacían anhelar todo rastro de aquella película que mi mente inventó. Estabas tú. Y estaba yo. Y... no sé por qué... pero volvería a ese universo cada una de mis noches.
sábado, 14 de mayo de 2011
Sin tanto que decir
La almohada me recomienda que olvide. Que deje el tiempo correr de la mano de mis recuerdos para que así mi cabeza ordene pensamientos cifrados. Incluso ese objeto acolchado sabe más de mí que yo misma. Escucha cada uno de mis pensamientos, sensaciones, sentimientos, sin necesidad de que se los cuente con palabras; recoge y seca mis lágrimas y me acaricia intentando consolarme, procurando que el sueño entre en mí y me haga olvidar durante unas breves horas todo lo que me daña. Todo esto simplemente se está añadiendo a mi lista negra... a ese repertorio de fracasos y malas rachas que cuelgan de mi cartera unidos a mi DNI, para siempre. Quizás valió la pena dejar que...
-Quizás... pero solo quizás.
lunes, 9 de mayo de 2011
Te echo de menos
Opto por reconocerlo, ya que negarlo (o, al menos, intentarlo) no me sirve de nada. Quisiera hablar contigo. He de reconocer que siento un vacío... algo en mí nota que ya no estás... al menos, no de la misma forma que antes. Pero no te lo voy a decir, no quiero, no puedo. Recuerdo, revivo, pienso, intento olvidar... Cada día, cada instante. Pero no puedo, no quiero. Te echo de menos. Es irremediable. No se puede evitar. Quisiera un día más... o varios, puestos a pedir. Pero sí, creo que uno me bastaría. Para aclararme, para estar contigo, para ver otra vez esos ojos que tanto me dijeron. Para sentirte cerca... para aguantarme, de nuevo, las ganas de besarte, o de abrazarte; para finalmente hacerlo, o tal vez para no hacerlo... Para vivir todas esas opciones, o para no vivirlas... en fin. Para todo eso, y más (o menos). Mmm... Sí, creo que te echo de menos.
miércoles, 4 de mayo de 2011
Casualidades de la vida
Un destino incierto y casual me llevó a aquel momento. Momento que hoy día tampoco sabría describir. Y ahí estábamos... Tu mano rozó la mía... o tal vez, simplemente fue una ilusión de mi subconsciente. Pero tu olor era real, esa fragancia que aún recuerdo, y que todavía puedo respirar si pienso en ti. Ahí estabas, sí... delante de mí, mirándome, hablándome, sonriéndome. ¿Y yo? Símplemente te miraba. Y no hacía más... tal vez hablaba, sí, pero no conseguía decir nada que tuviese el mínimo sentido ni siquiera para mí. Me sentía bien, ahí contigo... Fue un minuto que duró horas, días e incluso meses, pero que pasó más rápido que un segundo.
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