martes, 1 de marzo de 2011
And the Oscar goes to...
Miles de personas. Una gran alfombra roja que forma una interminable pasarela hasta la gloria. Donde las viejas y sabias puertas esperan que las atravieses, a paso decidido y pulso firme: expresión tranquila aunque los nervios coman tus entrañas, y los deseos de victoria lo hagan aun más. Conoces tus posibilidades, pero tu modestia y negatividad te hacen convencerte poco a poco, día tras día, paso a paso, de que no alcanzarás el sueño que tienes desde niño. Al menos esta noche. Todo tu interior tiembla al son de tu vestido al andar, pero no lo puedes expresar. Y entonces: el principio del fin. Te sientas... Ahora solo puedes esperar. Ya no puedes hacer nada más. Todo está decidido, solo falta que lo comuniquen ante todas aquellas expectantes personas. Alzas la mirada y ves a cientos de hombres y mujeres, que están allí, entre otros, por ti. Pero crees que los vas a decepcionar. Al fin llega el momento: después de varias horas interminables, viene tu momento, y el de otras cuarto aspirantes a la eternidad. Después de varias bromas para aliviar tensiones... aparece un sobre. El sobre. Tu cuerpo parece estallar ante miles de miradas de todo el mundo, cuando el anunciante aclara su garganta, sonríe ligeramente y revela: And the Oscar goes to...
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