sábado, 16 de abril de 2011

Calles sin sentido

Hoy he estado paseando. He pasado y avanzado por enormes y eternas calles que me contaban historias infinitas sin resultado concreto, y que no me llevaban a un lugar que mereciese la pena visitar. Por las ventanas podía ver resquicios de recuerdos casi olvidados por completo, que realmente apenas tenían valor... o sí. Y en los peldaños de las escaleras que a mi paso encontraba, mis huellas marcadas en los días me contaban mi vida. En las esquinas, en los callejones... podía ver las escenas de mi vida que había preferido esconder, guardar, no enseñar a nadie, ni siquiera a mí misma, para así lograr evadir mi mente. Pero, realmente, por mucho que intente conducirme por otros caminos... esas calles siguen estando ahí, y siempre lo estarán. Los mismos rincones, los mismos cruces que en su día me hicieron sentir tan extraña. Y encontré el rincón. Ese que guardé solamente para ti, con cada una de tus caricias y de tus besos, con cada uno de tus gestos y manías, con tus momentos, con tu voz, con tu cara, con tu olor. Y pasé horas ahí, observando la "nada". Mirando casi sin parpadear lo que hacía ya tanto tiempo se había esfumado. Lo que tanto había querido y tanto extrañaba -aunque no lo admitiera-. Reviví, una vez más, la primera vez que te ví, la primera vez que me tocaste, que te toqué, la primera sonrisa y los primeros nervios, la primera vez que me besaste y la primera vez que te sentí a mi lado. Recordé todo, tanto lo bueno como lo malo. Y, como todo, hay una primera y una última vez... y tu última vez también sigue presente en mí.