-¿Y si te he engañado? ¿Y si soy un sueño? Una pesadilla, si quieres. Y me acerco... lenta pero inexorablemente, bajo tu mirar frío e inexpresivo que aguarda mi mirada como un títere del destino, una víctima del sabor amargo de la mentira... Y junto mis labios a los tuyos, mordisqueo tu labio inferior a la vez que te sonrío, y te abrazo...
>Y entonces, despiertas... Nada ha sucedido, estás casada con otro hombre, que no soy yo, y cuidas de tus hijos... ¿Qué sucedería entonces?
-Que dormiría más con tal de seguir soñando...
-Y yo haría todo lo posible por salirme de ese sueño e ir al mundo real. Porque pensaría... que de nada me sirve un sueño si no estás tú.
Por Francisco Fernández Aguilar.
martes, 25 de enero de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
Escapa

martes, 18 de enero de 2011
Derecho al Delirio
Quítate la ropa... Arráncame los modales de una dentallada... Cerremos los tabúes y el mundo que nos contempla en el cajón de la sociedad mientras creamos nuestra propia utopía de sudor y sensaciones... Atraviesame con una mirada que me haga tu esclavo, me someta a tu voluntad, me haga ver cada milímetro de tu piel como una obra de arte a estudiar o un misterio que resolver... Cógeme. No me sueltes más. Cada nanosegundo pueden ser horas en nosotros. Acércate y deleitame con el mayor de los sabores que un mortal haya probado.
A espaldas del mundo dibujamos nuestras propias normas. Nuestras reglas. En este juego solo estamos tu y yo, y pierde la realidad, frente a la fantasía... Nuestra fantasía...
Muérdeme como si tu fuerza fuera una forma de alejarte del mundo... Ya somos uno. Nuestra saliva son dos rios que de la misma forma desembocan en la locura y el delirio...
Por Francisco Fernández Aguilar.
A espaldas del mundo dibujamos nuestras propias normas. Nuestras reglas. En este juego solo estamos tu y yo, y pierde la realidad, frente a la fantasía... Nuestra fantasía...
Muérdeme como si tu fuerza fuera una forma de alejarte del mundo... Ya somos uno. Nuestra saliva son dos rios que de la misma forma desembocan en la locura y el delirio...
Por Francisco Fernández Aguilar.
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