-¿Y si te he engañado? ¿Y si soy un sueño? Una pesadilla, si quieres. Y me acerco... lenta pero inexorablemente, bajo tu mirar frío e inexpresivo que aguarda mi mirada como un títere del destino, una víctima del sabor amargo de la mentira... Y junto mis labios a los tuyos, mordisqueo tu labio inferior a la vez que te sonrío, y te abrazo...
>Y entonces, despiertas... Nada ha sucedido, estás casada con otro hombre, que no soy yo, y cuidas de tus hijos... ¿Qué sucedería entonces?
-Que dormiría más con tal de seguir soñando...
-Y yo haría todo lo posible por salirme de ese sueño e ir al mundo real. Porque pensaría... que de nada me sirve un sueño si no estás tú.
Por Francisco Fernández Aguilar.
martes, 25 de enero de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
Escapa
Miedo. Pánico. Terror. Cuando ves lo que se avecina, sientes lo que va a pasar. Y tu cuerpo se estremece, sin poder evitarlo dejas de respirar. Intentas no hacer ningún movimiento, no tocar nada, no dar indicio alguno de estar ahí, y en tu mente inconscientemente empiezas a rezar cada palabra que conoces en busca de cualquier señal divina que pudiera ayudarte. Pero nada ocurre, el horror sigue invadiendo imparablemente cada poro tembloroso de tu acurrucado cuerpo, débil, casi inerte ya, esperando terriblemente que eso, lo que esperas, suceda. Hasta sientes que te mareas al "imaginar" lo que va a ocurrir. Aunque ciertamente sabes que no dudará ni una milésima de segundo. Simplemente pasarás de "estar" a "no estar". Y, entonces, ocurre. Una avalancha ardiente, que quema cada partícula que se encuentra, te baña en su candente oscuridad. Lo reduce todo a la nada, ni siquiera puede decirse que sean cenizas. Sí, solo son palabras. Palabras que entran por tus oídos y, efectivamente, queman tu interior. No sabes si empezar a correr porque, total, ¿de qué serviría? La llama que destroza la llevas por dentro y no importa la cantidad de litros de alegría que eches para apagarla... seguirá estando ahí pase lo que pase. Como acto reflejo tus manos cubren tu rostro, tal vez en un vano intento de ocultar el pánico y el dolor que se niega a abandonar tu interior, o quizás solamente para ganar tiempo, para poder pensar aunque sea medio segundo y decidir qué vas a hacer, cómo vas a actuar. Pero de nada sirve. Tu cerebro sigue bloqueado, atrincherado tras una enorme y monstruosa muralla que impide que cualquier viva idea o rastro alguno de esperanza, salga de ahí en busca de iluminar tus suplicantes ojos. Y así, ocurre. El ser que habita en tu interior echa a correr, como si la vida le dependiese de ello, alejándose de tu cuerpo con la inútil pretensión de huir de todo aquello que pueda dañarle... sin darse cuenta de que más destrozado no puede estar. Tu corazón grita. Se desgarra las arterias intentando expresar, tal vez, lo que siente y ve. Pero no funciona. La crónica ya te la han dado, ya sabes lo que ha ocurrido... y ya no puedes huir por mucho que tu alma lo desee. Estás perdido, hundido, acabado... No te esfuerces... Te ha tocado a ti.
martes, 18 de enero de 2011
Derecho al Delirio
Quítate la ropa... Arráncame los modales de una dentallada... Cerremos los tabúes y el mundo que nos contempla en el cajón de la sociedad mientras creamos nuestra propia utopía de sudor y sensaciones... Atraviesame con una mirada que me haga tu esclavo, me someta a tu voluntad, me haga ver cada milímetro de tu piel como una obra de arte a estudiar o un misterio que resolver... Cógeme. No me sueltes más. Cada nanosegundo pueden ser horas en nosotros. Acércate y deleitame con el mayor de los sabores que un mortal haya probado.
A espaldas del mundo dibujamos nuestras propias normas. Nuestras reglas. En este juego solo estamos tu y yo, y pierde la realidad, frente a la fantasía... Nuestra fantasía...
Muérdeme como si tu fuerza fuera una forma de alejarte del mundo... Ya somos uno. Nuestra saliva son dos rios que de la misma forma desembocan en la locura y el delirio...
Por Francisco Fernández Aguilar.
A espaldas del mundo dibujamos nuestras propias normas. Nuestras reglas. En este juego solo estamos tu y yo, y pierde la realidad, frente a la fantasía... Nuestra fantasía...
Muérdeme como si tu fuerza fuera una forma de alejarte del mundo... Ya somos uno. Nuestra saliva son dos rios que de la misma forma desembocan en la locura y el delirio...
Por Francisco Fernández Aguilar.
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